Si algo ha quedado claro desde mediados del siglo XX es que la ciencia del sueño infantil no pertenece en exclusiva a la ciencia médica, la cual tradicionalmente se ha erigido (de hecho, desde algunos sectores, todavía trata de hacerlo) como única autoridad en el tema. Y es que la perspectiva de ciencias como la biología evolutiva, la antropología, la etnología o la etología aportan datos y conocimientos absolutamente imprescindibles para tener una visión mínimamente realista y contextualizada del sueño infantil.
Y lo cierto es que este enfoque multidisciplinar de la ciencia del sueño infantil ha supuesto un verdadero terremoto para los cimientos de la pediatría del sueño, ya que, en contraposición al sueño en solitario impuesto desde la misma, estudios desde otras perspectivas científicas demuestran que la manera en la que la naturaleza ha predispuesto que duerma el bebé y niño humano es en compañía de su cuidador. El niño durmiendo en solitario es una novedad y una excepción histórica (1; 2; 3; 4). Según palabras del profesor McKenna:
"La fisiología del sueño infantil evolucionó en condiciones de estrecho contacto con sus padres" (5).
Dada la predominancia en los humanos del colecho, tanto en la historia como entre las diferentes culturas (6; 7), así como en el resto de los primates superiores, parece importante considerar hasta qué punto esta costumbre occidental de poner a nuestros hijos a dormir solos puede ser negativa, sobre todo para los bebés. Y es que el ser humano es el que nace más neurológicamente inmaduro de todos los primates y desarrolla sus recursos y habilidades para su supervivencia más lentamente, por lo que parece incongruente que sea el único del que se espera que duerma solo a una edad tan temprana, como consideran óptimo muchos profesionales de la pediatría del sueño (8). El deseo del niño de sentir a su cuidador cerca para dormirse no es un capricho, es una necesidad. El contacto prolongado e intenso entre madre y bebé es la manera en que la naturaleza defiende a la criatura contra las dificultades fisiológicas y los ataques ambientales (9), y en la actualidad ya existen demasiadas evidencias sobre su importancia en el desarrollo del bebé como para menospreciarlo (10).
Desde esta perspectiva, las protestas de los bebes a la hora de dormir en solitario ya no pueden ser interpretadas como un comportamiento "patológico" (llamado Insomnio infantil por hábitos incorrectos) sino como una respuesta adaptativa de pura supervivencia. Que entre el 30 % y el 40% de los niños de la cultura occidental lleguen a tener problemas de sueño no es más que el reflejo del conflicto existente entre las exigencias culturales y las necesidades fisiológicas y psicológicas de nuestros hijos. Esto también explica que, incluso con la presión existente desde el personal sanitario en nuestra sociedad a favor del sueño en solitario, hasta un 50% de las madres colechen con sus bebés el primer mes de vida y un 20-25% a los tres meses (3).
En palabras del profesor McKenna (11):
"La fisiología del sueño infantil evolucionó en condiciones de estrecho contacto con sus padres" (5).
Dada la predominancia en los humanos del colecho, tanto en la historia como entre las diferentes culturas (6; 7), así como en el resto de los primates superiores, parece importante considerar hasta qué punto esta costumbre occidental de poner a nuestros hijos a dormir solos puede ser negativa, sobre todo para los bebés. Y es que el ser humano es el que nace más neurológicamente inmaduro de todos los primates y desarrolla sus recursos y habilidades para su supervivencia más lentamente, por lo que parece incongruente que sea el único del que se espera que duerma solo a una edad tan temprana, como consideran óptimo muchos profesionales de la pediatría del sueño (8). El deseo del niño de sentir a su cuidador cerca para dormirse no es un capricho, es una necesidad. El contacto prolongado e intenso entre madre y bebé es la manera en que la naturaleza defiende a la criatura contra las dificultades fisiológicas y los ataques ambientales (9), y en la actualidad ya existen demasiadas evidencias sobre su importancia en el desarrollo del bebé como para menospreciarlo (10).
Desde esta perspectiva, las protestas de los bebes a la hora de dormir en solitario ya no pueden ser interpretadas como un comportamiento "patológico" (llamado Insomnio infantil por hábitos incorrectos) sino como una respuesta adaptativa de pura supervivencia. Que entre el 30 % y el 40% de los niños de la cultura occidental lleguen a tener problemas de sueño no es más que el reflejo del conflicto existente entre las exigencias culturales y las necesidades fisiológicas y psicológicas de nuestros hijos. Esto también explica que, incluso con la presión existente desde el personal sanitario en nuestra sociedad a favor del sueño en solitario, hasta un 50% de las madres colechen con sus bebés el primer mes de vida y un 20-25% a los tres meses (3).
En palabras del profesor McKenna (11):
"Una perspectiva evolutiva nos fuerza a considerar las consecuencias potenciales de este cambio reciente entre el colecho y el sueño en solitario en las sociedades occidentales industrializadas, el cual altera el ajuste adaptativo entre la extrema inmadurez biológica del bebé humano y el ambiente de soporte social que presumiblemente hizo esta inmadurez posible o, al menos, más segura".
El bebé humano está diseñado para estar en compañía permanente de un adulto los primeros meses de su vida (12) y eso no excluye las horas de sueño, por lo que un bebé que no se siente seguro y protegido en contacto con el cuerpo de su madre, además de calentito, saciado y sin dolores, difícilmente dormirá realmente bien. Por lo tanto, desde el punto de vista evolutivo todo apunta a que, lo más probable, es que el colecho sea la manera más óptima para que los bebés humanos tengan un sueño saludable (2; 8).
Después de que la pediatría del sueño, y la sociedad en general, se haya pasado más de un siglo mandándonos constantemente el mensaje de que el colecho es malo para nuestros hijos, que así no aprenderán a dormir, que “deben” dormir solos y aprender a hacerlo, esta nueva perspectiva evolutiva no deja de ser realmente liberadora. Por lo menos, así lo he vivido yo misma.
María Berrozpe
Bibliografía
1. Co-sleeping, an ancient practice: issues of the past and present, and possibilities for the future. Thoman, E B. 6, 2006, Sleep Med Rev, Vol. 19, pp. 407-417.
2. Mother infant cosleeping, breastfeeding and sudden infant death syndrome: what biological anthropology has discovered about normal infant sleep and pediatric sleep medicine. McKenna, J J, Ball, H and Gettler, L T. 2007, Yearbook of physical anthropology, Vol. 50, pp. 133-161.
3. Ball , H and Russell , C K. Nighttime nurturing: An evolutionary perspective on breastfeeding and sleep. . [book auth.] Narvaez D, et al. Evolution, early experience and human development. Oxford : Oxford University Press, 2013, pp. 241-261.
4. Parenting and infant sleep. Sadeh, A, Tikotzky, L and Scher, A. 2, 2010, Sleep Med Rev, Vol. 14, pp. 89-96.
5. Infant-parent co-sleeping in an evolutionary perspective: implications for understanding infant sleep development and the sudden infant death syndrome. McKenna, J J, et al. 3, 1993, Sleep, Vol. 16, pp. 263-282.
6. “New” practice of bedsharing and risk of SIDS. Ball, K L, Blair, P S and Ward-Platt , M P. 9420, 2004, The Lancet, Vol. 363, p. 1558.
7. Child care practices in nonindustrialized societies. Nelson, E A, Schiefenhoevel , W and Haimerl, F. 6, 2000, Pediatrics, Vol. 105, p. E75.
8. Behavioural sleep treatments and night time crying in infants: challenging the status quo. Blunden, S L, Thompson, K R and Dawson, D. 2011, Sleep Med Rev, Vol. 15, pp. 327-334.
9. Putting cosleeping into perspective. Blair, P S. 2, 2008, Journal de Pediatria, Vol. 84, pp. 99-101.
10. Comparison of kangaroo care and standard care: behavioral organization, development, and temperament in healthy, low-birth-weight infants through 1 year. Ohgi, S, et al. 5, 2002, J Perinatol. 2002 Jul-Aug;22(5):374-9, Vol. 22, pp. 374-379.
11. Infant-parent co-sleeping in an evolutionary perspective: implications for understanding infant sleep development and the sudden infant death syndrome. McKenna, J J, et al. 3, 1993, Sleep, Vol. 16, pp. 263-282.
12. Liedloff, J. El concepto del continuum. s.l. : OB STARE., 2009.
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